El mundo deberá ser ecorresponsable en algún momento, de lo contrario, lo que pueda suceder dependerá directamente de «la naturaleza». No, la mayoría del mundo no es ecorresponsable. Aunque se hable y se lea mucho sobre esto, estamos muy lejos de serlo todavía. Y deberíamos trabajar duro para conseguirlo. El mundo se rige por el dinero, el poder y la acumulación de bienes. Ser ecorresponsable no tiene ‘glamour’.

Hace unos días nos despertamos con una noticia inquietante. En ella, se destacaba que las predicciones de subida de la temperatura exterior de la tierra en 1,5 grados, se elevan ya al 50% para el año 2026. Para muchas personas esta noticia pasará inadvertida, para otras, simplemente significa que nos hemos vuelto excesivamente catastrofistas. Total, yo reciclo. Hace tiempo que soy ecorresponsable.

La realidad es que el calentamiento global avanza mucho más rápido de lo que se había previsto hace unas décadas. Los cálculos se tienen que modificar año tras año, y es posible que ya estemos muy cerca del famoso «punto de no retorno».

 

Ser ecorresponsable no es una opción. Es una urgencia.

 

Que la temperatura media global del planeta, entre este año y el año 2026, termine siendo; según las previsiones, de entre 1,1 y 1,7C° más alta que en los niveles previos a la industrialización, es un desastre. Aunque para muchas personas, a priori, esto no signifique nada, realmente es algo desastroso para el planeta, para las personas y, por lo tanto, también para todos los seres vivos que habitamos en él.

La cuestión es que seguimos emitiendo gases de efecto invernadero de forma desmesurada. Y mientras esto siga sucediendo será imposible frenar el calentamiento global. Los mares y océanos de La Tierra se vuelven cada vez más cálidos y los glaciares continúan derritiéndose. Volvemos a destacar lo comentado al principio de este post: a mucha gente esta noticia ni le va ni le viene, vamos, que para estas personas es como… si escucharan llover.

Vivimos en un mundo de hiperconexión y saturación de noticias. Nos hemos acostumbrado a pasar de puntillas casi por todo lo que nos llega. Las cosas que suceden muy lejos de nuestro hogar han dejado de afectarnos como hace unos años. Practicamos aquello de: «si no lo veo, igual es que no existe». Estamos sumamente desinformados. Hiperconectados y desinformados al mismo tiempo.

El Ártico está muy lejos y como no vemos lo que allí sucede, pues no pasa nada. Total, ¿qué nos puede importar lo que pasa allí? ¿Qué más nos da que se derritan los polos? Todo eso está sucediendo muy lejos de nuestros hogares. No nos incumbe.

 

Estamos lejos de ser responsables y ecológicos.

 

Cada mes de septiembre, y es to es algo que desgraciadamente se va cumpliendo año tras año, la extensión del hielo marino del Ártico alcanza su nivel más bajo. Esto permite que los científicos puedan hacer comparaciones respecto a los años anteriores y determinar el ritmo de desgaste al que lo estamos sometiendo.

¿Qué pasaría si al final de derritiera todo el hielo del Ártico? Un auténtico desastre.

Perder toda la capa de hielo del Ártico durante los meses más calurosos, produciría un calentamiento radiactivo global en todo el planeta. Y sería equivalente a, para que todo el mundo se pueda hacer una idea: añadir 1.000.000 de millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. De golpe.

 

Nos falta información para ser ecológicamente responsables.

 

Hoy en día tenemos mucha información a nuestro alcance y esto en principio es bueno, pero lo que sucede es que estamos «infoxicados». Sacar el grano de la paja es algo que nos cuesta enormemente y esto provoca que terminemos consumiendo información superficial y muy poco fiable. Pensamos, por lo tanto, que separando nuestros residuos en los distintos contenedores ya somos ecológicamente responsables y no podemos hacer nada más. O lo que es peor: no estamos obligados a hacer nada más.

Pues no nos falta información realmente, lo que nos faltan son ganas de implicarnos en algo que nos incumbe mucho a todos. En nuestros hábitos diarios está gran parte de la clave para lograr frenar el desastre ecológico. No somos conscientes del daño que han ocasionado los aerosoles a la atmósfera terrestre. Tampoco somos conscientes del daño que causan los gases HFC en la capa de ozono.

Cuando en verano queremos pasar frío, es decir, ponemos el aire acondicionado para mantener una temperatura baja en nuestros hogares, estamos lanzando este tipo de gases hacia el cielo. Por el contrario, cuando en invierno queremos pasar calor dentro de nuestra casa y utilizamos una potente bomba de calor, sucede lo mismo que en verano.

Por lo tanto, nos pasamos gran parte del año castigando a la capa de ozono. Para darle la vuelta a una situación que podría llegar a ser dramática, insistimos mucho en el cambio de hábitos. Nuestros hábitos diarios están comprometiendo seriamente la vida en La Tierra. Y no frenaremos esta tendencia únicamente si separamos plásticos, vidrio y cartón, y utilizamos menos el coche.

 

Para salvar el Planeta debemos implicarnos todos.

 

Da igual que seas rico o pobre. No importa que seas un empresario de éxito y fama mundial, un deportista de élite o un profesor de instituto. El cambio climático nos afecta a todos por igual. Bueno, por igual todavía no, porque hay quien tiene aire acondicionado y una buena calefacción en su casa y hay quien pasa frío o un calor extremo sin remedio. Porque hay quien puede cambiar de lugar de residencia si sube el nivel del mar, y hay quien no tiene ni para comprar un billete de autobús.

No, puede que ahora el calentamiento global no nos afecte a todos por igual, pero si no lo frenamos, sí sucederá. Y dejaremos a nuestros hijos y nietos un mundo mucho más hostil. Así que pongámonos las pilas, consumamos información seria y de calidad y demostremos que somos capaces de frenar el desastre.

Solo tenemos un Planeta, y debemos cuidarlo entre todos.